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TRONO Y MEMORIAL PARA LA VIRGEN DEL CARMEN DE JAÉN |
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1.
ORIGEN DE LA DEVOCIÓN DEL
CARMEN EN JAÉN Tal
y como vienen afirmando todos los autores que de alguna forma han tratado
sobre las advocaciones marianas y sus cofradías, desde D. Rafael Ortega
Sagrista a D. José Melgares, y desde D. Manuel López Pérez a D. Luis
Escalona Cobo, pasando por multitud de periodistas y cronistas locales, la
devoción del Carmen por tierras del Santo Reino «puede datar del tiempo
de la reconquista, coincidiendo con la venida de los ermitaños del
Monte Carmelo a Occidente y concretamente a Europa», como afirma D.
José, siguiendo a Ortega Sagrista [1].
Y aunque ambos autores dan por cierto como punto de partida de tal devoción
la fecha de la fundación del primer Carmelo de Jaén en 1511, no cabe la
menor duda de que ya, desde el mismo año de la presencia de un
carmelita en la ciudad, como lo fue la del P. Mtro. fr. Andrés de Zaragoza
en 1500, el fraile de la capa blanca no dejaría de fomentar entre los
fieles giennenses la devoción de su Madre y Patrona Ntra. Sra. del
Monte Carmelo que sin duda, y como devoción tan popular, ya estaría
plantada y arraigada [2].; Un
ilustre cronista de finales del siglo XVIII y principios del XIX, el
carmelita cordobés P. Miguel Rodríguez Carretero, recogiendo todas las
tradiciones y documentos posibles que tuvo a mano de los
diferentes conventos andaluces, nos cuenta la fundación de Jaén con
algunas variantes respecto a algunos historiadores locales como, por
ejemplo, Bartolomé Ximenez Patón, Pedro Ordóñez, Martínez de Mazas o
Martín de Ximena Jurado. Mientras que éstos son unánimes en destacar
el influjo personal, incluso la iniciativa del obispo Suárez de la Fuente
del Sauce, el P. Rodríguez Carretero hace hincapié en que la idea
nació del empeño que el propio confesor y asesor del obispo puso
para que en tierra tan santa y privilegiada hubiese un convento de
carmelitas. Y es lo que parece tener mayor lógica dada la
nostalgia que según todos los indicios sentía el fraile, añorando sus
claustros abulenses, sin que por ello se le reste mérito alguno al papel
tan importante que ejerció el señor obispo y su propia familia,
instituidos como patronos de la fundación. Ésta tuvo lugar en
1511, el primer convento de la recién erigida Provincia Bética, independiente
de Castilla desde 1499, pero no es el
primero de Andalucía como ha
escrito recientemente una ilustre profesora, un tanto desinformada
en la Historia de la Orden, pues hacía ya nada menos que dos siglos que
los carmelitas habían fundado convento en Gibraleón (Huelva), patrocinados
por los Infantes de la Cerda y provenientes de Francia hacia 1320. Los
carmelitas onubenses fundarían en Sevilla en 1358 y de aquí,
casi con toda probabilidad, vendrían los padres fundadores a
Jaén. He aquí cómo nos lo cuenta Rodríguez Carretero, iniciando
su relato desde el hallazgo milagroso de la Virgen Coronada y su ermita: «En
tiempos del Ilmo. Sr. D. fr. Pedro Pasqual obispo de Jaen [1296-1300]…,
cavando casualmente unos labradores para hacer un hoyo fuera de la
ciudad, hacia la parte del Norte, a la distancia de dos tiros de escopeta,
a vista de la Puerta que llaman de Martos, descubrieron una campana y en
su hueco una devota imagen de nuestra Señora con su corona postiza en
la cabeza. Al punto empezaron a venerarla con el título de María Santísima
de la Coronada cuya advocación aún conserva. Quedaron pasmados los
labradores con hallazgo tan precioso. Corrió la voz, se comunicó tan
feliz nueva a toda la Ciudad; llegó a oídos del santo prelado, concurrió
con el inmenso pueblo a celebrar tan inestimable tesoro descubierto en
el campo y, habiendo adorado la imagen de la Madre de Dios casualmente
hallada, ordenó se llevase en procesión a la santa Iglesia [catedral]
hasta que se edificara una ermita en que colocar a la Señora. Al punto se
echó mano a la fábrica de la ermita sobre un peñón inmediato al hoyo
donde fue hallada. Concluida esta iglesia, los dos cabildos llevaron
a la Señora a su nueva casa, asistidos del devoto pastor y de todo el
pueblo. «Conquistada
Granada por los Católicos Reyes D. Fernando y Doña Isabel descansó Jaén,
Andalucía y toda España, y los antiguos soldados armados para guardarla
se convirtieron en cofrades piadosos para su mayor culto, tributándola
obsequios en las fiestas que celebraban en los días de su Concepción,
Natividad y Asunción. Así se iba disponiendo aquella pequeña casa e
iglesia de la Reina Coronada para traer a ella a quien la celebrase más y
rindiese más culto. Vino, en efecto, como obispo de Jaén el Ilmo. Sr.
D. Alonso Suárez de la Fuente del Sauce, del obispado de Avila, habiéndolo
sido antes de las iglesias de Mondoñedo y de Lugo, el año de 1500…
Trajo consigo este gran prelado por su confesor, teólogo y consultor al
R. P. M. fr. Andrés de Zaragoza, carmelita del Convento de Avila,
Provincia de Castilla. Por su literatura, gran talento y singular
virtud le escogió para tan graves ministerios. Mas por su edad avanzada
y por su amor al retiro del claustro religioso, parece se desconsoló
presto, viéndose fuera de su celda y ocupado todo en los asuntos del
episcopal palacio; como prudente, disimulaba por no amargar al Ilmo.
obispo. Dio en visitar la ermita de la Virgen Coronada, para buscar el
consuelo en la Madre de los afligidos; hallólo mayor que lo que pensaba.
Reconociendo aquel sitio averiguó la hacienda que tenía aquella ermita,
observó el concurso de los fieles, la devoción con que obsequiaban y
celebraban a la Señora, y encontró asilo para su apetecido retiro, sin
faltar al ministerio en que servía a su gran prelado. Consideró que,
fundado allí un Convento de la Orden, se podía hermanar el retiro y el
cargo en que se ejercitaba; descubrió al Ilmo. su pensamiento y le
pareció tan bien que al punto puso por obra la fundación… «Convocó
a los oficiales de la ermita, pues como administradores de ella quería
fuesen gustosos, les propuso sus ideas y sus deseos, las ventajas que traía
aquel piadoso establecimiento, el culto continuo que darían a la Coronada
Señora de día y de noche los Religiosos Carmelitas consagrados y
dedicados a dar culto a María Santísima, después de Dios, como a su
especial Madre. Prometióles que labraría Yglesia más capaz y
proporcionada Casa para los hijos de la Virgen, con cuya fundación
disfrutarían los vecinos de Jaén y su comarca de templo de más buque,
frecuente administración de sacramentos, continua celebración de
sacrificios, honestos agasajos en las visitas ordinarias y en las
novenas acostumbradas a la Coronada Emperatriz de los cielos. Quedaron
tan convencidos a tan piadosas y justas razones los cofrades que desde
luego cedieron de su derecho, entregando la ermita, sus haciendas y cuanto
la pertenecían al Ilmo. prelado y al R. P. Mº. fr. Andrés de Zaragoza,
en nombre de su Religión sagrada, la campana misma que cubría y
ocultaba a la Señora bajo de tierra» [3].
2.
CONVENTO DEL CARMEN DE LA CORONADA Y
continúa narrando nuestro cronista: «El Ilmo. dio a continuación
licencia para fundar al dicho P. Mtro.; pidió igualmente y con
instancia al M. R. P. bachiller fr. Lucas de San Vicente, Provincial a la
sazón [de Andalucía], le enviara religiosos para la expresada fundación.
Accedió gustosísimo el Padre Provincial y envió los religiosos y
rendidas gracias a pastor tan devoto de la Orden [4].
Fue el primer Prior el citado P. Mº. Zaragoza y lo continuó siendo toda
su vida, uso que duró muchos años en la Religión, hasta que el Capítulo
General de 1564 lo abolió del todo, pero en éste fue condición precisa
que puso el señor obispo a la fundación. «Por
esta chronología y por lo que dejamos dicho se muestra que este Convento
se estableció después que fue separada y erigida la Provincia, siendo
por esto el quinto en el número y el primogénito de ella. No se sabe quiénes
ni cuántos fueron los religiosos fundadores; serían siempre pocos para
dar principio en una ermita tan pequeña. Pretenden los dos conventos de
Écija y Sevilla como más aumentados de Comunidad. Sevilla los dió para
Escacena y Écija, y así se complace de ser madre del convento de Jaén. «El
consabido Ilmo. Sr. Obispo como tan liberal bienhechor, mereció el justísimo
derecho del Patronato por los tres títulos que todos los juristas
reconocen para el citado derecho que son a los que fundan, dotan y
fabrican. Dio un extendido fundo en el contorno de la ermita, con sitio
capaz para iglesia, para vivi[en]das, oficinas, y aún hubo terreno para
formar una dilatada huerta. Fabricó una iglesia muy capaz y la mayor
parte del convento. Dotóla con rentas y heredades, añadidas a las que
antes gozaba la ermita por cuya generosidad dejó a los religiosos la
perpetua obligación de capellanes suyos y a toda la Provincia para
hacer memoria de tan especial devoto y benéfico Pastor y Patrono en los
Capítulos Provinciales y en los terceros días de los tres ternarios
anuales, en el oficio y procesión de los defunctos en cada Lunes y en
todos los demás santos ejercicios de merecimiento».
«Ayudó mucho al aumento de la fábrica de este convento el muy
magnífico Sr. Protonotario D. Ambrosio Suárez, Tesorero de la Santa
Catedral Yglesia de esta Ciudad, hijo del Sr. Martín Suárez, hermano
mayor del Sr. Obispo. Este liberal y piadoso eclesiástico, siguiendo el
ejemplo de su dignísimo tío, se hizo cargo de completar y perfeccionar
la obra: acabó la capilla mayor, la adornó de azulejos, mandó fundir
nueva campana en la que se mezcló la primitiva de la ermita y, viéndola
fundir, arrojó algunas sortijas de oro en el metal derretido. Ésta es la
que se conserva. Dio y dotó tres lámparas de plata. Labró a su costa
el claustro alto y bajo que es muy bueno, hizo muchos ornamentos, hizo
también a su costa la fuente y el jardín. Dotó finalmente
Capellanías que las sirven perpetuamente los religiosos de aquella
Casa… «D.
Martín Ximena, en su obra Catálogo
de los Obispos de la iglesias Catedrales de Jaén y Anales Eclesiasticos
de este Obispado [5],
afirma que en este Convento se guardan y veneran algunas reliquias que,
aunque pequeñas, son de singular estimación y muy dignas de
particular culto y veneración por la grandeza de los Santos cuyos huesos
fueron. Una es del Protomártir S. Esteban. Otra de S. Blas, Obispo y Mártir.
Otra de Sta. Lucía Virgen y Mártir. Otra de S. Alberto confesor, Religioso
de Nuestra Orden. Las quales se exponen en sus días al Culto público de
los fieles para que las veneren y glorifiquen al Señor en sus Santos. La
Yglesia presente es de tres naves de bastante buque pero sin Capilla
Mayor. Es singular el retablo mayor, a semejanza del de Antequera aunque
de distintas mano el cuerpo último o coronación. Hay también otros
varios retablos y diferentes Altares con decente adorno. «La
cruz que donó el prudente Rey Felipe II a esta Yglesia y Casa se conserva
en el Convento de Sevilla; la causa se ignora sólo se sabe que la dió el
Monarca en reconocimiento de haberse hospedado allí No dice varias de
estas cosas el Pdo. Ossuna, ni el año en que se fundó, pero los dos
Autores citados, Ximena y el Dean de Jaén en su Retrato,
afirman se erigió este Convento en el año de 1511. En quanto al Ilmo.
Obispo en cuyo tiempo se halló bajo de la Campana la Imagen de M[aría]
SSma. advierto, dice Ximena en el lugar citado, fue D. Pasqual el
segundo que hubo, esto mismo queda asentado. Trataré después de algunos
hijos ilustres de este Convento y de los Venerables fr. Diego Granados y
fr. Cristóbal Vélez, que murieron en él» [6]. 3.
AVATARES DE LA COFRADÍA TRAS LA EXCLAUSTRACIÓN En
una sentida y deliciosa Carta a Don
Rafael [D. Rafael Ortega Sagrista] publicada el 16 de julio de 1988,
D. Manuel López Pérez nos da una serie de noticias sobre la devoción
del Carmen y su Hermandad muy interesantes que sin duda serían inéditas
hasta entonces, al menos que nosotros sepamos, que no es mucho. Tal vez,
en cambio, se le puede notificar a nuestro ilustre escritor como novedad
que la dicha Cofradía, que se supone fundada en 1635, ya existía al
menos en 1600 con el nombre de «Ntra. Sra. del Carmen y San Alberto». En
el pasado mes de julio de este año 2000 hemos hallado en el Archivo
Diocesano de la Catedral de Jaén (y gracias a las facilidades
concedidas por D. José Melgares para su consulta), un viejo pleito que se
cierra en 1602 y que nos habla de la existencia de la dicha cofradía con
anterioridad a tal fecha. He aquí un trozo documental del voluminoso
pleito: El
escribano D. Baltasar de Ayala se dirige al Sr. Provisor del Obispado de
Jaén, en nombre de Bartolomé de Paredes, «priostre de la cofradia de
nra. Señora del Carmen y de señor Sanct Alberto, y por los demas
cofrades della, digo que la demanda y pretensión de Alonso de Frias
Ramirez se a de desechar y no admitir, dando por libres a la dha
cofradia y a mis partes porque el dho Alonso de Frias no lo es ni tiene
der[ech]º a lo que pide pues no a sido ni es cofrade de la dicha cofradia
ni fue reçebido en ella, sino antes excluido por la maior parte de los
cofrades que, a pedimento del dicho Alonso Ramirez se juntaron a cavildo
para si se avian de reçebir o no, siendo ansi mal puede pedir amparo ni
se le debe dar de lo que no a poseydo ni possee = Lo otro porque Jamas el
dicho Alonso de Frias se asento ni escrivio por cofrade en el memorial
que se hiço para fundar la cofradia, ni se pudo screvir, pues solo
entraron en ella y an de entrar por cofrades los curtidores y çapateros
que tratan en corambre, de cuia haçienda sale y resulta la renta que
está adjudicada a la dicha cofradia, y no siendo de las dichas personas
el dicho Alonso de Frias, no podia ni puede ser admitido por cofrade
conforme a la fundaçion approbada por Su Señoria. En la Ciudad de Jaén
a 26 de julio de 1602» [7].
Suponemos
que se trata de la misma cofradía que en 1635, en tiempos del Cardenal
Moscoso, se subdivide en dos identidades diferentes: la de San Alberto de
Sicilia y la Venerable Esclavitud de Ntra. Sra. del Carmen. La misma restricción
que en los nuevos estatutos se establece sobre el número de 25 cofrades
nos hace suponer que los componentes de dicha Esclavitud
son los herederos directos de aquel gremio fundador de curtidores,
siguiendo el mismo espíritu de una cierta élite privilegiada. En 1781,
como es bien sabido, es tal el popular desbordamiento de la devoción
carmelitana que ante el numerus
clausus restrictivo de la Hermandad primitiva, se funda la Cofradía
del Rosario de María Santísima del Carmen, compuesta al principio
exclusivamente de niños; muy pronto, sin embargo, se ampliará su
cupo y condición, adquiriendo un carácter eminentemente popular y
devoto. En 1798 será recibida con agrado y beneplácito por la propia
comunidad de carmelitas, en su convento de la Coronada, cofradía de la
que existe una larga y bella historia. Precisamente
por su carácter popular y patriótico en las jornadas bélicas de 1808
contra el invasor francés, tanto la cofradía como el convento mismo habrían
de ser objeto de las iras y represalias del ejército napoleónico una vez
dueño y señor de los destinos de España; tampoco muchos afrancesados
españoles le perdonarían a la Orden del Carmen su manifiesta
inclinación por la causa hispana. El convento de la Coronada fue
convertido «en Cuartel de la Milicia Cívica y prisión de rehenes
forasteros. Expulsaron a los religiosos, desmantelaron la iglesia y
pusieron en la calle a la cofradía. En la cercana parroquia de San Pedro
acabaría la imagen de nuestra Señora del Carmen con su corona, media
luna y rostro de plata, con los vestidos que se metieron en el arca»,
escribe López Pérez. Tras
la vuelta de Fernando VII El Deseado
se pudieron reintegrar a su convento de La Coronada tanto los frailes
como los cofrades en aquella apoteósica jornada del 29 de mayo de 1814,
sin embargo la suerte estaba
echada: la ley general de exclaustración de 1836 arrojaría a la
calle a los religiosos únicamente con lo puesto como únicas pertenencias;
el expolio total se culminaría con el derribo y venta de sus conventos
de los que apenas queda alguno como muestra, desapareciendo los otros
hasta en el nombre, como es el caso del histórico Carmen de la Coronada [8]. La
hermandad del Carmen heredaría el espíritu luchador y tenaz propio de
los buenos hijos del Carmelo con el celo de Elías. Tras la exclaustración
de 1836 la cofradía e imagen volvieron, como en tiempos de la
invasión napoleónica, a la parroquial de San Pedro. Allí se dispuso
de capilla y altar para la hermandad que trasladó los enseres propios de
que disponía. D. Manuel López Pérez transcribe en el lugar citado el
inventario de tales pertenencias: «…Un retablo con dos columnas y
cornisa, y en el segundo cuerpo un Crucifijo con las imágenes de
la Virgen y San Juan. [Es decir, un Calvario]. En el centro del
retablo un camarín con puerta de cristal; en él colocada la imagen de
Nuestra Señora del Carmen que tiene corona, media luna y cetro, todo
de plata sobredorada, un escapulario también de plata, pero sin
dorar. Al lado derecho de la Virgen un Niño y al lado izquierdo la imagen
de San Simón [Stock], con diadema de plata; a los lados del retablo
las imágenes de tamaño natural de San Alberto y Santa María Magdalena
de Pazzis», además de otros enseres tales como lienzos de la
Inmaculada, de Ntra. Sra. de la Leche y del Rosario, lámparas, cuadritos
y multitud de ex votos de
plata, candelabros, sacras, etc. [9] Nos
consta que la antigua cofradía, o los restos de lo que de ella quedara,
se volvió a reorganizar tras la debacle y desorientación causada por
la expulsión de los carmelitas, sus máximos mentores, redactando nuevos
estatutos que fueron aprobados por la reina Dña. Isabel II en
septiembre de 1849, aprobación que le dio a la cofradía el rango de
Real, título que aún hoy ostenta y no sin cierto orgullo. En
cuanto a las conjeturas e hipótesis tanto de D. José Melgares Raya como
de D. Luis Escalona Cobo que sobreabunda en la misma idea de si la
primitiva Cofradía del Carmen pudiera ser o no la misma de la Coronada [10],
ya fusionadas ambas al tiempo del traslado del convento intramuros de la
ciudad, el P. Rodríguez Carretero nos viene a sacar de dudas cuando
entre 1804 a 1807 escribe lo siguiente: «Tiene este Convento varias
cofradías. La primera de los antiguos ballesteros que es de hombres
armados que fueron para guardar y defender el Reyno de Jaen y en especial
la ermita de la Virgen Coronada de las hostilidades y profanaciones que
pudo causar la Morisma; ya pacífico el Reyno se hizo Cofradía. La
segunda es de San Alberto. La tercera de San Onofre. La cuarta de San Antón.
La quinta de Ntra. Madre y Señora del Carmen» [11].
También existían en el convento de la Coronada al menos otras dos
hermandades, la de la Soledad y la del Smo. Cristo de la Penas. 4.
UNA LLAMA NUNCA EXTINGUIDA Lo
que sí es cierto es que gracias a celosos sacerdotes y a intrépidos
cofrades laicos se ha sabido mantener desde la exclaustración aquella
llama eliana de fervor
carmelitano que sembraron los primitivos frailes que arribaron a Jaén
en 1511, procedentes de las tierras de Huelva y Sevilla con amores
encendidos hacia Nuestra Señora del Monte Carmelo, fervores que
prendieron para nunca extinguirse en el corazón de tantos devotos
giennenses. Ciento diez años permanecieron los carmelitas primitivos
extramuros de la ciudad en vida retirada y eremítica en torno a la
ermita-convento de la Coronada. En 1588 se asentó la descalcez teresiana
en el corazón de la ciudad en su convento de San José. Eran entonces
todos los carmelitas en sus distintas observancias una sola y única
Orden, pero aquí se daba la paradoja de que, mientras los carmelitas de
vida apostólica (observantes)
hacían vida retirada lejos de la ciudad, los carmelitas contemplativos
(descalzos ) vivían en su pleno centro. Esto no tendría mayor
importancia si no fuera por la repercusión que habría de tener cara a
las asociaciones laicas, es decir, los seglares afiliados a una orden
religiosa (cofrades y hermandades). Y de la misma forma que no se
entendería bien que una orden como la de Sto. Domingo careciera de
sus tradicionales corporaciones del Rosario, y que los
franciscanos no tuvieran su Tercera Orden de Penitencia, tampoco se
comprendería que la Orden del Carmen no tuviera organizadas sus cofradías
marianas, especialmente la del Carmen y su Sto. Escapulario, aparte de
la Soledad y Sto. Sepulcro, una constante en todos sus conventos. Pero
he aquí que la descalcez teresiana de Jaén, y con toda la razón del
mundo, se niega a mantener cofradías por motivos fundamentales: se
contradecía a la propia estructura de una vida exclusivamente entregada a
la contemplación y al retiro de sus frailes. Así lo manifestaba el Prepósito
General descalzo en 1635 cuando se le pide acceda a erigir hermandad. «Por
gravísimos motivos ha rechazado nuestra religión sagrada tener
cofradías, ni aún la de la Virgen del Carmen que es la propia de
nuestra religión, y así no admite ninguna de nuevo y ha acordado las que
ha podido y tenía» [12].
Posiblemente se está refiriendo a la de Ntro. Padre Jesús «el Abuelo»
que radicaba en su convento de San José. Sospechamos
que una de las varias y poderosas razones que la primitiva Orden del Carmen
tuvo para venirse a la ciudad en 1602, al sitio denominado del
Arrabalexo, era la de asistir
a sus cofrades y hermanos del Carmen, pero el Rvmo. P. General no lo
permitió por entonces, proyecto que sí logró plasmarse en 1621 en la collación
de San Pedro, y ya definitivamente hasta su extinción por las leyes desamortizadoras.
Aquel convento del Carmen de la Coronada dio nombre a un barrio, al de la
calle Maestra Baja, Plaza de la Cárcel
Vieja cuando el venerable cenobio hubo de cumplir esta innoble función,
edificio que terminó por convertirse en solar y cine de verano; de ahí
le provino el peregrino nombre de los
Rosales, tan frívolo como vacío e inane para denominar un lugar
tan sagrado y cargado de tanta tradición para la historia misma de la
ciudad. Esperamos, insisto, que alguien de la Concejalía de Cultura sea
sensible y ponga remedio a este caso anómalo que desde aquí con el más
profundo sentimiento, a la vez que con sumo respeto, denunciamos. Trescientos
veinticinco años de presencia en una ciudad que cuenta con pocos más de
setecientos desde su nueva era cristiana no son para echarlos en el olvido
como intentaron hacer en el siglo pasado algunos gobiernos liberales de
los autodenominados «progresistas». Los archivos y bibliotecas están
llenos de datos sobre mil acontecimientos, de nombres de
santos varones, hijos unos de Jaén, otros moradores de por vida en
sus claustros y que ilustraron a la ciudad con su santidad, luces y
letras. Nunca estará completa la historia de un pueblo si no brillan
sobre ella todos los hombres insignes que a lo largo de los tiempos la
habitaron. Las órdenes religiosas que durante siglos
estuvieron asentadas en Jaén pueden y deben escribir las vidas de aquellos
hijos suyos más ilustres; entre ellas la Orden del Carmen de ambas observancias
hoy día existentes, y en fraternas relaciones a Dios gracias. En
cuanto al resto de la historia tras la expulsión de sus religiosos, y sin
olvidar a los numerosos exclaustrados carmelitas y que siguieron
ejerciendo su ministerio sacerdotal en Jaén como curas diocesanos hasta
su muerte, una vez más hemos de hacer hincapié en la labor ejercida
tanto por los propios cofrades como por los celosos sacerdotes que los
dirigieron y animaron, a pesar de los avatares y difíciles momentos
por los que debieron de atravesar a través de los tiempos. Sea nuestra
primera mención para nuestro recordado historiador
D. Rafael Ortega Sagrista, tan cariñosamente rememorado en Las Cartas a Don Rafael del Ideal ya antes citadas, palabras bien
sentidas de D, Manuel López Pérez, su buen amigo. El Archivo Provincial
de la Bética guarda alguna notas suyas intercambiadas con el P.
Fernando Rodríguez, O. Carm., delegado nacional para la celebración de
aquel memorable VII Centenario del
Sto. Escapulario del Carmen en Jaén. Pero
hasta llegar a estas fiestas solemnes celebradas en 1951 hemos de retroceder
en el tiempo y tener en cuenta a otros muchos personajes que se interesaron
por mantener vivos estos fervores marianos-carmelitas. El párrroco D.
Joaquín León y León, por ejemplo, intentó en 1898, ya en vísperas
del siglo XX, erigir la Orden Tercera del Carmen dentro de la Cofradía
a fin de que los cofrades pudieran lucrar tantas cuantas gracias e
indulgencias tuviera concedidas la dicha Orden. Muy meritorios y decisivos
fueron los cabildos celebrados a principios de este siglo de los que algo
hemos dejado dicho con anterioridad. Y nada digamos de la ayuda prestada
tras la conclusión de la guerra y en plena debacle por la ruina total de
la Cofradía de cuyas cenizas, y gracias a las inciativas e
instrucciones del señor párroco D. José Sérvulo González, se pudo
reunir a aquel «resto de Israel» formado por los Sres. D. José Jurado,
D. Fernando Largo, D. Ramón Calatayud, D. José Espejo y D. Juan Casañas.
En 1940 fue nombrado Gobernador de la Cofradía del Carmen D. Antonio Sáenz
Morrondo, y dos años más tarde D. Fernando Largo, hasta que en 1944 sale
elegido en dicho cargo de mandatario D. Manuel Tercero Sánchez, hombre
tan carismático y querido que estuvo al frente de la hermandad nada menos
que 20 años. «Fue un gran impulsor de la misma, costeó la Imagen que
hay en la actualidad, adecentó y restauró completamente el altar»,
escribe D. Luis Escalona en el lugar antes citado. «En la actualidad [está
hablando en 1986] es gobernador de la Cofradía Don José Bonilla
Valderrama que se hizo cargo de ella en el año de 1968, el cual,
secundado por D. Bartolomé Cerezo Cerezo, “alma y vida” de esta
Cofradía, hacen que el fervor y devoción a esta sagrada Imagen se
acredite cada año más en el barrio y sus cultos se solemnicen todos los
años» [13]. Nuestro
recordado D. José Bonilla falleció tras haber celebrado con gran gozo y
satisfacción las populares fiestas del Carmen de 1993; le sucedió en la
gestión y en el interregno D. Bartolomé Cerezo quien no tardaría también
en seguir sus pasos hacia lo eterno justo en la Navidad de aquel mismo año.
En la elecciones del año siguiente saldría electo como Hermano Mayor
de la Cofradía D. Jesús María Campos Mesa, y que lo es hasta hoy, siguiendo
la misma línea de enstusiasmo renovador y de amor hacia la Virgen y su Cofradía
como sus ilustres antecesores en esta histórica corporación que
tan dignamente rige. 5.
UN TRONO Y UN MEMORIAL PARA NTRA. SRA. DEL CARMEN Confirmado
por el señor obispo la elección del Sr. Campos Mesa como Hermano Mayor
en las elecciones celebradas en 25 de octubre de 1994, una de sus primeras
gestiones fue la de proponer a la Junta de Gobierno la adquisición de
un nuevo trono con la colaboración de todos los cofrades. Se busca un
orfebre de garantía a quien se le da la idea de construir la peana y
canastilla en forma de Monte Carmelo, sugerencia de un joven cofrade
que es bien aceptada. Todo supone un alto coste para la Hermandad
no muy abundante de medios, pero se recurre a la generosidad de los fieles
cofrades y demás devotos que nunca fallan. Se encarga de la elaboración
de tan artístico proyecto la Orfebrería
Andaluza S. L. de Sevilla, bajo la dirección del maestro orfebre D.
Manuel de los Ríos Navarro. Consiste
el proyecto en la realización y construcción de «una peana en metal de
alpaca, repujada y plateada, a cuatro caras, con el escudo de la Hermandad
en el frente de la misma y otros motivos en las restantes caras de 30
cms. de altura, 60 x 60 en la base y 80 x 80 en la parte inferior.
Parihuela metálica con armazón metálico para la sujeción de la
canastilla con dos maniguetas de aluminio de seis metros de largo, de 17 x
5 cms., forradas de terciopelo por la parte inferior y terminales de metal
plateado. Medida total de las andas: 1.75 x 2.05 ms.» El
día 16 de julio de 1995 se estrena la peana y la parihuela en su más
elemental elaboración. En 1997 se restauran los candelabros del anterior
trono, realizados en Angulo de Lucena( Córdoba) en 1950. D. Manuel de los
Ríos los restaura y platea, añadiéndoles las «macollas» y
guardabrisas. El 16 de julio de 1999 se estrenaba la canastilla de
alpaca plateada con las tres primeras cartelas: un primitivo grabado de la
Virgen con San Simón Stock de 1773 que aparece en Libro de los Estatutos,
el escudo de la Orden del Carmen y el Santo Profeta Elías. Y en julio del
año jubilar 2000 se colocaban a estreno las otras cartelas restantes
hasta formar todo un memorial
de la Cofradía. Para
ello se han seleccionado los motivos y figuras que más nos dicen sobre la
historia misma de la Cofradía y de sus raíces más remotas. En primer
lugar el primitivo escudo de la Orden del Carmen en cuyo seno nació y
con la que recientemente ha formalizado una afiliación a la que por
derecho y de hecho ya la tenía. Es el mismo escudo que aparece en el
reverso del santo escapulario y que porta todo cofrade el día del Carmen
y en sus principales fiestas, consistente en lo esencial en el Monte
Carmelo, las tres estrellas emblemáticas y figurativas de María y los
Profetas Elías y Eliseo. Porta corona ducal sobre la que aparece la
mano de Elías, Padre e inspirador de la Orden, con la espada de fuego y
la leyenda y lema eliano del «Zelo zelatus sum…», Ardo
en celo por la gloria del Dios fuerte de los ejércitos. En
segundo lugar se reproduce el antiguo grabado antes citado del que milagrosamente
se ha conservado una copia. Se trata de un precioso dibujo y muy original
en cuanto a su diseño y forma. En una cartela ornamentada de rocalla se
puede leer: «Verdadero retrato de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora
del Carmen. El Ilmo. Arzobispo D. Pedro Varroeta y Anguel [sic] conzede
80 dias de Yndulgenzia a los fieles que rezaren una Salve ante esta Divina
Señora. Año de 1773». La bellísima imagen porta un original vestido de
elegante diseño, con rostrillo y amplia corona, rodeada en forma circular
y en torno a la misma de 14 angelitos y el Espíritu Santo. No lleva Niño,
siguiendo la tradición eliana de la Nubecilla, mientras que a sus pies sí
aparece el santo general de la Orden Simón Stock a quien entrega el
escapulario. Una orla de grandes rosas y hojas enmarca el grabado
graciosamente. En
cuanto a San Elías Profeta, el Padre e inspirador del Carmelo antes
citado, está tomado de un grabado de Gustavo Doré, colosal y escenográfico
como todos los dibujos del pintor galo. Reproduce la escena del Rapto
del Profeta en carro de fuego ante la mirada absorta y suplicante de
Eliseo, sus discípulo y continuador de la denominada Escuela
de los Profetas, los antecesores remotos de los carmelitas. Ambos
Padres del Carmelo son los que figuran en las dos estrellas superiores
del escudo de la Orden, como ya quedó apuntado, y que enmarcan el Monte
Carmelo de color marrón, en cuyo centro destaca una estrella blanca, símbolo
de la Virgen. Personalmente nos hubiera gustado más la reproducción
del Rapto de Elías de Valdés
Leal que figura en el retablo mayor de los Carmelitas de Córdoba; habría
resultado mucho más expresivo y menos teatral que el grabado de Doré. Y
este último año, al fin, aunque aún quedan muchos detalles,
se han completado las cartelas con los restantes motivos carmelitas
que figuraban en el proyecto: la Virgen de la Coronada, el escudo de los
Suárez (el obispo fundador y su familia, Patronos del convento), Santa
María Magdalena de Pazzis y San Alberto de Sicilia, todo un completísimo
repertorio histórico que merecerían un comentario mucho más
amplio del que aquí sucintamente hacemos. Sobre
el escudo del Sr. Obispo D. Alonso poco podemos añadir de cuanto en heráldica
ya está bien escrito y publicado [14].
Nos limitamos a contar aquello que suponemos que el lector por otras
vías no conoce. Nos dice nuestro historiador carmelita antes citado lo
siguiente: «Es costumbre que la familia de los Suárez establecida en
esta Ciudad tuvo patronato y enterramiente en la capilla mayor de la
Yglesia antigua de este Convento, y por eso, y por que ayudaron para
la obra de la traslación al sitio que hoy tiene, se conserva su
escudo de Armas en el costado de la actual Yglesia que mira al
Claustro, como lo refiere el Retrato
a lo natural de Jaén, obra publicada en 1794; y así le suceden
los dichos Caballeros [de los Pareja y Viedma] en el goze de él» [15].
La reproducción que del escudo aquí se hace es el mismo que un día
figuró «en el costado de la actual iglesia que mira al claustro» de que
nos habla el autor del Retrato a lo
natural. La
efigie de Nuestra Señora de la Coronada era fundamental y básico que
apareciera en las cartelas del trono de la Virgen puesto que era la
titular del convento en el que surgió la Cofradía. La reproducción
se ha hecho de un venerable resto arqueológico de incalculable
valor. Formaba parte de la portada del templo que hoy, incomprensiblemente,
aparece adosada a la iglesia de Santa María de Linares junto con otras
portadas de diferentes estilos y procedencias. Su antigüedad nos retrotrae
a la primitiva de la ermita extramuros de la ciudad en la que los
Carmelitas fundaron su convento en 1511. Dicha portada es de claro estilo
gótico isabelino; tal vez debió figurar en su templo, que no en el
convento que se construyó después. La imagen de la Coronada debió de
rematar la florida entrada, rodeada por las dos agujas-pináculos que
la flanquean elegantemente. En Linares no está la original, sino una rústica
copia en hornacina de cemento que desmerece del sitio. La bellísima imagen
de la Coronada del relieve que perteneció al retablo del altar mayor del
convento del mismo nombre, hoy en el Museo Provincial de Jaén,
constituye una elocuente muestra de lo que hubo de ser tan célebre
monasterio del que, desgraciadamente, no queda ni el nombre. Que
esta venerable Cofradía nos lo recuerde es muy de agradecer y muy meritorio. En
cuanto a la santa carmelita María Magdalena de Pazzis es digno de loar el
que los proyectistas hayan incluido en una cartela la efigie de la llamada
«mística del amor» (1566-1607). Por un lado porque para el Carmelo de
la primitiva observancia constituye lo que para el Carmen descalzo es
Sta. Teresa. Y, por otro lado porque, según nos cuenta D. Manuel López Pérez,
entre los despojos que la Cofradía pudo rescatar del desastre de la
desamortización y trasladar a la parroquia de San Pedro, se hallaban a
ambos lados de la Virgen, «las imágenes de tamaño natural de San
Alberto y Santa María Magdalena de Pazzis», tal como se nos ha recordado
anteriormente. Ojalá y algún día vuelvan a enmarcar a la Sma. Virgen
en retablo nuevo. Para
su recuerdo y memoria se ha reproducido la efigie que pintó magistralmente
Valdés Leal para el retablo del Carmen de Córdoba (Puerta Nueva). El
tocado de la carmelita es el típico usado por las carmelitas observantes
de aquel tiempo, no sin un cierto toque de vanidad femenina en el vestir,
aunque sean monjas. Va haciendo pareja con otra santa carmelita,
Juana de Tolosa. No obstante, el contraste de las telas de las dos
santas emparejadas es evidente, tanto por la sencillez del hábito
en un caso como por los brocados, sedas y joyas en el otro. Sta. María
Magdalena porta los símbolos iconográficos por los que se distinguió
en vida: su apasionado amor por la cruz de Cristo de cuya pasión abraza
sus instrumentos de martirio. Y,
finalmente, San Alberto de Sicila o de Trápani. (1240-1307). Es el primer
santo y Padre de la Orden. La inclusión de este santo carmelita entre las
cartelas del trono más bien parece estar dictado por una verdadera
intuición ya que, antes de su encargo, se ignoraba aún la relación
tan directa que San Alberto pudo tener en los orígenes de la Cofradía.
Pues, como ya antes hemos indicado, los primeros datos que acerca de la
hermandad del Carmen aparecen se encuentran relacionados con este
santo que siempre gozó de primacía en el santoral carmelitano de todos
los tiempos hasta el punto de que, por decisión de un capítulo general,
se determinó a pareciera su efigie en el sello oficial de la Orden [16].
El hecho mismo de aparecer, junto con Sta. María Magdalena de Pazzis,
flanqueando el retablo de la Virgen del Carmen, nos indica que aquellos
primitivos cofrades alguna idea tenían sobre el papel que en algún
tiempo jugó el santo de Sicilia en los orígenes mismos de la cofradía. Al
no disponer de fotografías de la desaparecida talla del santo, lo mismo
que de la santa florentina, para su elaboración y repujado se ha copiado
la escultura que Alonso Cano talló para el Colegio
de San Alberto de Sevilla (hoy en manos de los Filipenses), hoy
venerada en la iglesia del Buen Suceso de los PP. Carmelitas de la misma
ciudad. En el repujado sólo aparece el busto de la escultura que es de
cuerpo entero, con su hábito carmelita, en cuyo rostro un tanto mutilado
aún lleva las huellas ocasionadas por los desmanes de las turbas revolucionarias
del 11 de mayo de 1931. Es de una enorme expresividad: el santo mira
fijamente el crucifijo que lleva en su mano derecha mientras que en la
izquierda porta unas azucenas, símbolo de su inocencia virginal y su
consagración a Dios. Esperamos
que la obra sea culminada y enriquecida con creces para el mayor fomento
de la devoción que el pueblo giennense profesa a la Santísima Virgen
del Carmen. Y que la Madre de Dios del Monte Carmelo siga bendiciendo y
protegiendo a sus cofrades que con una fidelidad de siglos la vienen
sirviendo y dando pruebas evidentes de un amor que se viene transmitiendo
de padres a hijos, de generación en generación, como celosos guardianes
de un patrimonio de fe y de cultura que es lo que hace grande a los
pueblos. Cada año se va acrecentando el fervor popular en aquella típica
barriada de la parroquia de San Juan y San Pedro, heredera a su vez de
tantas tradiciones seculares, y gracias al entusiasmo de una juventud
cofradiera que promete, y a sus dignos párrocos que últimamente han
sabido con buen tino integrarla y mantenerla en el ámbito
parroquial. ISMAEL
MARTÍNEZ CARRETERO, O. Carm. Sevilla,
octubre de 2000 [1]
JOSÉ MELGARES RAYA, Una cofradía
giennense del siglo XVII en honor de la Virgen del Carmen en «Pasión
y Gloria» 11 (marzo de 1999), 121. [2]
Hay constancia de que, por delante de los mismos frailes carmelitas,
los propios soldados de los ejércitos cristianos, empeñados en la
magna empresa de la reconquista, eran los verdaderos apóstoles del
santo escapulario del Carmen que portaban como talismán y escudo,
propagándolo así entre los mismos fieles conversos. Así ocurrió en
toda la América hispana, [3]
MIGUEL RODRÍGUEZ CARRETERO, O. Carm., Epytome
historial de los Carmelitas de Andalucía y Murcia, ms. 18.118 de
la BNM, edición preparada por el P. Ismael Martínez Carretero, O.
Carm., Sevilla, 2000, ff. 62-63, pp. 80-81. [4]
Ortega Sagrista escribe que el señor obispo D. Alonso «decidió
fundar con ellos [los“Ballesteros de la Coronada”] un convento de religiosos que
fomentasen el culto a la piadosa imagen. Eligió a la Orden del Carmen
Calzado, especialmente dedicada a la Virgen». Con todos mis
respetos para con tan ilustre autor hay que advertir que hablar de
carmelitas «calzados» en 1511 no deja de ser un evidente anacronismo
que repiten muchos otros autores. Cf. RAFAEL ORTEGA SAGRISTA, Devoción
a la Virgen del Carmen en Jaén en «Pasión y Gloria» 10
(diciembre 1998), 43. [5]
MARTIN DE XIMENA JURADO, Catálogo
de los Obispos de las Iglesias Catedrales de Jaén y Annales Eclesiásticos
de este Obispado, Jaén. 1652, fol. 446. Hay edición facsímil,
Granada, 1996. [6]
MIGUEL RODRÍGUEZ CARRETERO, O. Carm., Epytome
historial de los Carmelitas, 64-65, pp. 82-83. RAFAEL ORTEGA Y
SAGRISTA, en su artículo Historia
de la Cofradía de la Transfixión y Soledad de la Madre de Dios
publicado en el «Boletín del Instituto de Estudios Giennenses» 113
(enero-marzo 1983), 12-15, hace una apretada y acertada síntesis
sobre la historia de la ermita de la Coronada y fundación del
convento del mismo título. [7]
Archivo Diocesano, Catedral de Jaén, sec. Hermandades, carp. La
Coronada. Se trata de un voluminoso legajo sobre el pleito que la
Hermandad presenta contra un presunto usurpador ya que no pertenecía
al gremio de curtidores, lo que nos remonta al tema tan interesante de
los gremios medievales. En 1642 ya aparece la Hermandad de San Alberto
como independiente de la del Carmen. [8]
Sobre los desastres ocasionados por las tropas napoleónicas en los
conventos y hermandades véase el interesante artículo de RAFAEL
ORTEGA SAGRISTA, Historia de la Cofradía de la Transfixión y Soledad de la Madre de
Dios en el Boletín del
Instituto de Estudios Giennenses 114 (abril-junio de 1983), 9-71,
principalmente pp. 26-30. [9]
MANUEL LÓPEZ PÉREZ, Las
Cartas. A Don Rafael. Virgen del Carmen en el periódico IDEAL,
Domingo 16 de julio de 1988. Como bibliografía utilizada por D.
Rafael Ortega Sagrista en el artículo antes citado sobre la Hdad. de
la Transfixión y Soledad, cita como Otras
Fuentes «Inventarios de las Iglesias de los Conventos suprimidos
de S. Francisco, Capuchinos, la Merced, San Agustín, los Descalzos,
la Coronada…, de la ciudad de Jaén. 1836». No cita, sin embargo,
el archivo en el que se encuentran. Sería muy interesante localizar
dichos inventarios. [10]
Cf. el citado artículo de D. JOSÉ MELGARES. pág. 122, y LUIS
ESCALONA COBO, Biografía de la Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestra Señora del
Carmen en «Actas de la III Asamblea de Estudios Marianos (Andújar,
10-12 de octubre de 1986)», 100. [11]
Epytome historial de los Carmelitas de Andalucía y Murcia, 64r, pág.
82. [12]
Cf. ORTEGA SAGRISTA, Devoción a
la Virgen del Carmen en Jaén en «Pasión y Gloria» 10
(diciembre 1998), 42. [13]
LUIS ESCALONA COBO, Biografía
de la Real y Muy Ilustre Cofradía de Nuestra Señora del Carmen,
102. [14]Cf.
ANDRÉS NICÁS MORENO, Heráldica
y Genealogía de los Obispos de la Diócesis de Jaén, Jaén,
Diputación Provincial de Jaén, 1999, 72-74. [15]Cf.
JOSÉ MARTÍNEZ DE MAZAS, Retrato
al natural de la ciudad de Jaén, Jaén 1794, 254, citado por RODRÍGUEZ
CARRETERO, Epytome historial, 64v. [16]
Para mayor información sobre este santo como para la misma Sta. María
Magdalena de Pazzis véase ISMAEL MARTÍNEZ CARRETERO, Figuras
del Carmelo, vol. VI de Los
Carmelitas, BAC, Madrid, 1996, 24-26 y 205-219. |