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PRIORATO
PROVINCIAL |
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Sevilla,
24 de enero de 2001
AÑO MARIANO CARMELITA 2001
750 ANIVERSARIO DE LA ENTREGA DEL
ESCAPULARIO DEL CARMEN
A LOS
RELIGIOSOS, A NUESTRAS MONJAS DE CLAUSURA Y A TODOS
LOS MIEMBROS DE LA FAMILIA CARMELITA DE LA PROVINCIA
Queridos hermanos y hermanas: La paz del Señor.
Me dirijo a todos en este Año
Mariano Carmelita 2001, 750 Aniversario de la entrega del Escapulario por
parte de la Santísima Virgen a San Simón Stock en 1251.
Los
carmelitas veneramos a la Virgen María con el título de "Santa María del
Monte Carmelo". Este título hace referencia al lugar en el que nació la
Orden a finales del siglo XII y donde los primeros ermitaños del Carmelo
edificaron una pequeña iglesia dedicada a Nuestra Señora. Con este gesto, que
en la mentalidad medieval indicaba una especial dedicación, la Virgen María se
convirtió en la "Señora" o “Patrona” del primer "lugar
carmelita" y desde entonces ha estado en el centro de nuestra experiencia
espiritual.
La Virgen María ha sido venerada en nuestra tradición a
través de aquellos aspectos que la ponen en relación con Dios y que son
universalmente considerados por la Iglesia: Maternidad divina, Virginidad,
Inmaculada Concepción, Anunciación, la Virgen que acoge y conserva la palabra
y se convierte en Madre del Hijo de Dios hecho hombre. En su relación con los
hombres, el Carmelo ha tenido títulos del todo particular para con Ella:
‘Hermana, Madre y Hermosura del Carmelo’. Ella ha sido y es la Inspiradora,
Guía y Señora de nuestras vidas y nos invita a entrar de nuevo en una atmósfera
de intimidad que nos oriente a seguir sus pasos y a vivir en "obsequio de
Jesucristo", como indica nuestra Regla.
¿Por qué, pues, la Virgen
del Escapulario, venerada así por tantas generaciones de carmelitas y
por tantos fieles que la invocan sencillamente con el título de Virgen
del Carmen?
En un calendario carmelita de
mitad del siglo XIV aparecía la Conmemoración Solemne de Santa María
celebrada el 17 de julio (posteriormente el 16 de julio). Paulatinamente esta
celebración fue considerada como el "día de la Orden" y estaba
dedicado a dar gracias a la Virgen por todos los beneficios recibidos de Ella,
principalmente la supervivencia y aprobación por parte de la Iglesia. En época
moderna esta celebración se convirtió en fiesta del Escapulario,
considerado como ‘signo’ del don más grande de María al Carmelo y a sus
devotos. La fiesta se extendió también fuera de la Orden, difundiéndose
espontáneamente. Benedicto XIII la hizo extensiva a toda la Iglesia el 24 de
septiembre de 1726.
El Escapulario del Carmen está íntimamente unido a San Simón Stock, carmelita inglés del siglo XIII. Poco se sabe de
su vida y, sin embargo, es ampliamente conocido en el mundo. Perteneció a la
Provincia de Inglaterra, murió el 16 de mayo y fue enterrado en el convento
carmelita de Burdeos (Francia).
Según el Catálogo
de los Santos Carmelitas más antiguo, el santo recurrió a la Virgen frente
a una serie de dificultades que tenía la Orden en el s. XIII pidiendo en su
oración un privilegio, un signo de protección. Se le apareció la gloriosa
Virgen llevando el Escapulario en la mano y diciéndole: "Este
será para ti el privilegio y para los tuyos.
Quien muera con él, se salvará".
Posteriormente en la Liturgia se añadió la oración
atribuida al santo y con la que los carmelitas saludamos a la Virgen cada día:
“Flor
del Carmelo
Viña florida,
esplendor del cielo,
Virgen fecunda y singular,
¡Oh Madre tierna!
Intacta de hombre,
a los Carmelitas,
proteja tu nombre,
estrella del mar.”
La
fiesta, difundida en el siglo XVI en Europa y América, fue asumiendo el carácter
de ‘fiesta del hábito’ o "escapulario".
Infinidad de fieles
se agregaron en calidad de cofrades a la Orden por medio del Escapulario
en señal de devoción y
consagración a la Virgen y, al mismo tiempo, como signo de protección en la
hora de la muerte. La Virgen del Carmen quedó tradicionalmente asociada a las
Almas del Purgatorio por la visión narrada por el Papa
Juan XXII (3.3.1322) en la cual Ella prometió la liberación del Purgatorio
el primer sábado después de la muerte a todo el que muriese con el escapulario
y hubiera llevado una vida cristiana. Este es el ‘privilegio
sabatino’, autorizando la Iglesia su difusión con una indulgencia
del todo particular.
La importancia concedida a la promesa hecha por la Virgen a San Simón Stock hizo que, en
algunas épocas, el Escapulario fuera concebido como un símbolo de protección,
quedando relegado el sentido del culto y consagración a María. No obstante,
siempre se entendió como un complemento del Patronato mariano sobre el Carmelo
que hablaba a los fieles de protección y del culto a María. Ambos eran símbolos
de la relación entre la Orden y su Patrona, ambos eran gracias de sus manos.
El Escapulario, que llegó a ser llamado ‘prenda o hábito’
de Nuestra Señora, implica una relación de maternidad y filiación, de la cual
nace el deber de servir a María. El aspecto específico que la devoción al
Escapulario conlleva es el de consagración, ya que comprende no solamente la
`práctica de actos de piedad aislados, sino un estado de entrega continua.
La promesa del Escapulario, la perseverancia final, forma
parte del proceso total de salvación y la protección que conlleva no está
fuera de la común economía de la gracia. Ella, que “es Madre en el orden de
la gracia, cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se debaten
entre peligros y angustias hasta que sean llevados a la patria feliz”, nos
recuerda el Concilio Vaticano II (Lumen Gentium 61.62).
Que Nuestra Santísima Madre nos ayude a todos durante
este Año Mariano Carmelita a través de este signo sencillo y humilde, como es
el Santo Escapulario, para que nos pongamos humildemente al servicio del prójimo
en la Iglesia.
Un fuerte abrazo,
Fdo. Rafael Leiva Sánchez
Prior
Provincial